Thérèse Raquin

«No me salvaste de mí misma, te aprovechaste de mis abandonos y te complaciste en desolar mi vida... Todo esto te lo perdono... Pero, por favor, guárdate tu crimen para ti».

2/9/20242 min read

«¿No estaba unido a Thérèse por un lazo de sangre y de horror? La sentía vagamente gritar y retorcerse dentro de él; pertenecía a ella».

¡Hola a todos y feliz fin de semana! Hoy les traigo una reseña de la cuarta novela de Emile Zola que leo. Fue un regalo de mi queride @cavilacabalas cuando visité Madrid el año pasado. ¡Muchísimas gracias Max!

Siempre estoy de humor para leer un nuevo Zola y este libro no ha sido la excepción. Thérèse Raquin es una novela que te mantiene en vilo y que es casi imposible de dejar de leer. Aquí el estilo naturalista del autor se luce plenamente, y, tal como lo señaló en el prefacio de la segunda edición, su objetivo ha sido, ante todo, un objetivo científico. Con precisión casi quirúrgica nos muestra como sería el encuentro de un hombre sanguíneo y una mujer de temperamento nervioso, que envueltos por sus instintos más básicos hacen de todo para estar juntos.

Thérèse es prácticamente obligada a casarse con Camille, su primo enfermizo. Su tía cree que será una buena enfermera y que es la opción más sensata. Mientras tanto Thérèse se marchita en vida y sus días transcurren en una asfixiante monotonía en una mercería de una olvidada calle parisina. Todo cambia cuando Camille lleva a un amigo del trabajo a cenar. Laurent es un hombre lleno de apetitos de toda clase, vulgar y disoluto, que termina fijándose en la solitaria y silenciosa Thérèse. Esa unión fatal creará una serie de tragedias.

Me ha encantado leer el prefacio de Zola defendiendo su novela que fue duramente criticada por ser supuestamente inmoral y pútrida. Tanto tiempo ha pasado y algunas cosas no cambian, el hecho de que ciertos temas estén plasmados en una obra no quiere decir que el autor necesariamente las esté promoviendo o condonando. En este caso Zola quería hacer un estudio de temperamentos y no simplemente una historia sensacionalista de adulterio.

Zola nos dice: «me doy cuenta de que me perjudico a mí mismo ante la crítica al acusar a ésta de falta de inteligencia y, sin embargo, no puedo por menos de demostrar el desdén que experimento por su horizonte limitado y por los juicios que emite a ciegas, sin ningún espíritu metódico».

Si bien me parece que es una obra muy bien lograda a nivel técnico, no he logrado conectar completamente con ninguno de los personajes. Sentía que habían momentos en que casi lo lograba, pero Zola nos dice que para él eran como “bestias” sin libre albedrío, lo que a mi no me terminaba de gustar. El sentimiento de fatalidad y condena se siente en cada página, pero eso sí, no se puede negar que está magníficamente descrito, en particular los tortuosos momentos hacia el final.

En conclusión, no es mi Zola favorito (ese lugar está reservado para El paraíso de las damas o Nana) pero definitivamente es una lectura que vale la pena. ¡A seguir con los Rougon-Macquart!